Cuando la conciencia se estremece
y nos eleva en los hilos de la infancia,
recordamos canciones de talco y hierbabuena,
golondrinas como saetas
y caramelos en los bolsillos.
Éramos los mismos con almas ligeras,
entonando canciones prendidas del cielo
a la hora de los bordes dorados.
Elegimos los momentos, nunca los caminos.
Somos valerosos guerreros del presente.
Armados de lágrimas, sueños y cadenas,
avanzamos,
dibujando día a día nuestra historia
con tizas de colores antiguos.
Aquellos que entonces nos mancharon los dedos
y ahora nos definen
a la dulce hora de bordes apagados.