Teníamos una vida,
una esquina y dos relojes
que marcaban la hora con siete minutos de diferencia.
Ese fue siempre nuestro amado desajuste.
Tus segundos y los míos se desencontraban
cada día, en la misma esquina.
Y tu sombra se cruzaba con la mía cuando llegabas.
Yo me alejaba, camino de la casa
donde jamás nos encontrábamos.
Tu acariciabas la piel que me dejaba colgada en el armario
y me ponía, al día siguiente,
repleta de besos.
Yo te planchaba las camisas
con la mirada perdida,
preguntándome a quien pertenecían.
Jugamos a ser una pareja
sin saber que teníamos aún
los nombres por estrenar
Y la vida todavía no nos había encontrado.
Precioso, Eva!!!
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Muchas gracias Claudia!!💓💓
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Parece un problema de física cuántica
En el mismo espacio, tienen una vida y la vida no les encuentra. Escribes cosas de mucho pe(n)sar
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Mil gracias! Pues si, esto del desencuentro, a veces parece cosa de física, que nadie entiende…
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Jajaja…ahí lo has clavado.
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Y muy bien escribes
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Me encanta que te guste! Muchas gracias, tú lo haces de maravilla!
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Glups, yo he vivido algo muy similar. El desencuentro era de bastantes segundos y terminó en descomunal y definitivo. Y cada uno por su lado. Eran leyes de repulsión y no porque fuéramos “muy iguales”.
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Ufff, es difícil, pero de todo se aprende. Espero no volver a ser una “desencontrada”, pero si me toca, me daré cuenta antes!😉
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